domingo, 17 de junio de 2012

Recuerdos.




1.
Era común mirar por las tardes a los campesinos que venían con su yunta de bueyes, con su carreta y veías toda la calle enlodada en los tiempos de mayo, de junio. Llegaban a encerrar a los animales en sus corrales porque no había confianza de dejarlos en el campo. Los campesinos madrugaban, la vida los despertaba temprano, aquellos hombres que usaban el sombrero de ala ancha y tez morena. Ordeñar era lo primero que hacían,  tenían que sacar leche de por lo menos 25 vacas antes de que el sol saliera, luego se llevaban el ganado al campo y después, ya cuando se metía el sol,  se regresaban a su casa. En la séptima había muchos corrales para encerrar al ganado y era común también ver a los niños descalzos, algunos corrían desnudos (las niñas andaban solamente con una pantaletita) y casi siempre jugando. En los pórticos, las señoras despiojaban a los niños, les quitaban las liendres y los piojos de la cabeza, luego se los metían a la boca y los destripaban con los dientes.

2.
En las épocas de buena cosecha el que se ponía a trabajar en su siembra y le iba bien, invitaba a sus amigos y familiares; les daba un costal (en los tiempos de antes, la medida  era “una hamaca, un tejido”) lleno de elote, para que la gente hiciera tamalitos, atole. Las personas que no eran tan cercanas recibían una jícara de atole, esa era la ofrenda, una muestra de cariño. Cuando era temporada de secas, venían con sus carretas cargadas de leña, pedazos enormes, de esos que sólo un hombre curtido por el trabajo duro podía sacar de un tronco a punta de hacha, los varones de la familia con unos 15 años a cuestas ya iban con sus padres al rancho a trabajar.

3.
El primer recuerdo de mi infancia es la siembra del ajonjolí, lo acumulaban para que se secara al sol, “piñas” enormes que se asoleaban, esto era por el mes de octubre. Me acuerdo que pegaba un viento muy fuerte y luego llegaban cientos, miles de palomas en los sembradíos, en las piñas. Los niños que vivíamos en el campo íbamos a cazar palomas y comerlas, las comíamos porque siempre había muchas, jajaja, ahora ya no hay, los zanates las corrieron. Mi papá cultivaba sandía, papa y calabacitas, en la tarde siempre podíamos comer una sopa de calabacitas tiernas.

4.
Las tardes en Juchitán eran muy bonitas, teníamos la oportunidad de jugar sin que pasaran tantos coches como ahora. Jugábamos en la tarde, después de la escuela primaria, en la noche se jugaban otra clase de juegos. En la tarde  volábamos papalotes en los terrenos baldíos. Nos reuníamos en grupos de  6 o más y ahí nos veías con el papalote en el aire, los ricos lo compraban ya hecho, nosotros no. Salíamos de la escuela primaria y comprábamos papel china de todos los colores, hilo y lo armábamos con carrizo de la casa de algún vecino nuestro.  Una vez que ya caía la noche jugábamos al encantado. El encantado era uno de los primeros juegos en los que se hacía contacto con el otro sexo, corríamos y nos escondíamos, podías tocarle la mano o la espalda así sin más. No faltaba aquel que perdía un pedacito de su dedo o se pegaba el dedo gordo del pie con una piedra grande. Otra cosa que hacíamos en la noche era contar historias de nahuales, historias de miedo; pero historias de miedo que pertenecían a nuestro contexto como pueblo. Historias de las casas abandonadas, de las brujas, de los arboles de mal agüero, no todos, algunos nada más, los que tenían mala fama. Como la ceiba o el pochote. No cualquiera tenía uno de esos árboles en su patio porque decían que atraía a los nahuales, a los duendes, a los espíritus. Pero mucha gente humilde se dedicaba a la elaboración de almohadas para la gente que tenía dinero, y las almohadas que vendían estaban llenas del algodón del pochote, las demás personas hablaban feo de los que hacían las almohadas, que tenían pacto con el diablo, que sabían quiénes eran los que se volvían animales en las noches y que los dejaban dar vueltas en el suelo, al pie del árbol, para volverse changos, marranos, vacas. Eran esas las historias que contábamos de niños. No solamente eran historias para el disfrute de los niños, también eran algo que el adulto disfrutaba. Esos cuentos creo yo, eran para regular la conducta, para mantener la inocencia intacta.

5.
Juchitán ya cambió, y con ella su gente.  Antes todos se recogían en su casa muy temprano.  Ahora salen a la hora que sea,  luego los ves en cantinas, en las discos o tomando en las esquinas. Había mucho respeto antes, nos conocíamos todos. Cuando íbamos a algún baile o a una fiesta siempre era en bola, salíamos de nuestras casas caminando y estábamos un rato en la fiesta, no como ahora que los muchachos se regresan  cuando está saliendo el sol, pareciera que les vale madre. En ese entonces no había eso de las bardas, la gente tenía confianza. Cuando volvíamos a nuestras casas era ya de madrugada, pasábamos el patio de alguien que estaba roncando en su catre o en su hamaca, no había ningún temor, salvo que algún perro nos ladrara, eso despertaba a los que dormían pero ellos ya sabían quiénes iban a pasar por ahí.

6.
Este pueblo tiene muchos aspectos que se han ido perdiendo. Los cazadores por ejemplo, los que se dedicaban a la cacería del conejo o de la iguana, del venado, ya casi no se ven. Ya no se ven en el sentido de que la cacería era una necesidad, era de lo que comían porque no había o no alcanzaba para comer. Quizás sigan existiendo algunos cazadores, pero ya son muy pocos, y los que cazan ya lo hacen más que nada por gusto o para presumir de un arma. Antes no era así la cosa.

7.
Yo creo que también hay que hablar de las mujeres de antes, las de ahora (la mayoría) son muy flojas y no tienen carácter. La juchiteca es terca, no es fácil dominarla, ella es la que domina, es rebelde. La mujer juchiteca es rebelde por naturaleza, no puedes imponerle algo tan fácil. Es amorosa y sabe recibir el cariño. Si una teca te va a  amar, te va a amar de verdad. Ella te escoge y escoge la manera de quererte. Las paisanas son muy trabajadoras, activas, muchas veces ellas son quienes ponen la comida en la mesa porque ganan más o porque sus esposos se gastan el dinero en la cantina con el compadre.

8.
Otra cosa que cambio ahora es la arquitectura, aquellas viejas casas de teja, frescas, ya no se ven. Ahora casi necesitamos un programa de rescate. Ya no es tan sencillo encontrar los patios llenos de plantas, las enramadas hechas de una enredadera que ya no he vuelto a ver, no me acuerdo como se llama, si supiera te lo diría. La modernidad extinguió todo lo autóctono, se ha ido imponiendo.  Juchitán tiene todavía espacios mágicos, de pronto llegas a un lugar y te sientes embelesado por lo que ves, y por eso el éxito del “Bar Jardín”. Porque el  Bar Jardín es como las casas de antes. Tú llegas y entras, lo exploras como quien no quiere la cosa, ves el patio lleno de plantas y el corredor fresco… yo creo que tendría más éxito el Bar Jardín si le colgaran algunas hamacas, como diciendo “pásale, esta es tu casa,” y es que la hospitalidad es algo muy nuestro, antes cualquiera era bienvenido a Juchitán, la inseguridad ha ido apagando esta hospitalidad de la que te hablo... 

1 comentario:

  1. Sobre los juegos en en punto 4 me remontó a mi infancia, muchas gracias por traerme tan bonitos recuerdo de mi Juchitán de los 70´s. Saludos

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