sábado, 19 de mayo de 2012

ENTRE CANTINAS


Juchitán es la tierra en donde nací y llevo viviendo gran parte de mi vida. Este lugar me
dio muchas cosas, desde buenos amigos hasta penas y condenas, amores bestiales y algún
que otro desliz de una sola noche. Pero no hablaré aquí de cuando estuve con una chica 12
horas en un motel de segunda mano llamado “Alpha” que ya no existe. Hoy nos toca hablar
de cantinas.

Las cantinas, a comparación de bares y los llamados antros, no son un lugar de ligue.
Muchísimo menos un lugar para llevar a tu novia. Es un espacio en dónde no irás a tomarte
un shot de colores amarillo o rosado. Es un espacio en dónde el beberte una media significa
escupir en la cara de tu compañero. Las cantinas juchitecas son rudas, mal olientes, con
mucho sudor y un toque de peligro. Siempre debemos de tomar en consideración el riesgo
que corremos al entrar a esos lugares del diablo, en donde no todo son golpes y peleas, sino
que también son lugares en donde podemos ir a curar penas y probar las cosas raras que te
sirven de botana.

Siempre vamos a lugares donde nos gusta estar. Comida, marca de cerveza y/o música,
creo, que son los factores que intervienen para la selección del lugar dónde iremos a
quitarnos las penas y beber sin control. La botana siempre es importante. Recuerdo ir a
lugares en donde te dan cosas tan simples que terminas aburriéndote como salchichas,
quesillo, los bien populares taquitos fritos, etcétera. Pero hay lugares en donde realmente
necesitas valor para probar lo que ahí te surten. Claro que a la quinta caguama ves las
cosas como realmente son: corazón, tripas, sangre, inmundicias varias; cosas que nunca
comerías en tu casa pero que en la cantina adquieren un contexto diferente, en donde nada
se desprecia y, mucho menos, nada se desperdicia.
La marca de cerveza, querido lector, siempre es algo que influye; más para las personas
que no nos consideramos “universales”. No tengo respeto para las personas que te
dicen “cerveza Sol, sí, pero que esté bien fría”, etcétera. En realidad están dando la razón de
que esa línea de cerveza sabe horrible y que sólo la pueden tomar cuando aquélla esté bien
fría. Cuando voy a una cantina siempre trato de que sea de la otra marca. Eso se debe a que
toda la vida he bebido Corona o porque estoy acostumbrado de que en las velas de mayo
siempre se consuma más esta marca, por lo que trato de ir siempre a los lugares Corona.
Pero si ponen realmente atención a cómo son las cosas, existen más cantinas de marca Sol
a la de marca Corona. No sé si esto sea bueno o malo pero es algo que me intriga. En una
cantina no puedes pedir una media; eso significa que tienes mucho varo y para eso están los
bares. En las cantinas se consumen las cervezas familiares, las bien conocidas caguamas
que bien o mal siempre alcanzan para las buenas compañías, los amigos y los colados.
Cerveza correcta. Buena botana. ¿Qué más falta? Pues buena música…

La música, un tema tan escabroso que no quería tocarlo, pero que es realmente importante.
Recuerdo que en alguna etapa de mi adolescencia escuchaba mucho del llamado “rock
nacional”, ya saben Tex Tex, Haragán, Bostik, etcétera. Por lo que siempre ando en caza de
viejos tiempos. Muchas cantinas cuentan con rocolas cuya música es tan variada que vale
la pena escucharlas (y quedarse ahí) aunque el servicio sea malo. Existen bares en donde
la música en vivo crea un aire íntimo ideal para llevar a una mujer; pero prefiero, siempre,
de la música de cantina. Aquí entra la magia de la variedad de géneros que te gusten y
puedas encontrar en estos artefactos; desde encontrar una cumbia guarra hasta un rock fresa como Interpol.

Una vez encontré rolas de Motorhead lo cual causó un asombro bastante
grato. Aunque siempre debes recordar que no estás solo y que alrededor de ti se encuentran
personas que están sufriendo o festejando; que después de unas cuantas cerbatanas bien
elásticas el odio se convierte en alivio y el rencor se convierte en risa por lo que tienes que
esperar a que la canción que pusiste suene y, mientras, te tienes que chutar las rolas de
los demás porque así está diseñado este sistema. Alguna vez recuerdo que en una cantina
relativamente pequeña en la que nos encontrábamos unas 8 personas, llenando el aforo,
una persona, amigo y conocedor, puso la rola “Hey Jude” de los Beatles; el coro del final es
peculiar y muy pegajoso entonces en ese lugar pequeño en donde podías oler el sudor de la
otra persona, el silencio fue roto por un grupo de alcohólicos coreando aquello de “lalala”
que tanta gracia nos hizo y que es un momento inolvidable de mi vida a pesar de que hayan
trascurrido ya más de 6 años.

Las cantinas son lugares de culto. Cuando entras y conoces el mundo alterno que se
encuentra en Juchitán a partir de las 11 de la mañana hasta las 9 de la noche sabes bien
que existen personas con tus mismos gustos, que sufren penas y gozan alegrías. Les debo
recordar que la variedad y la cantidad de cantinas en un lugar tan pequeño me asombra.
También me sorprende cómo se han convertido en parte de la historia de esta pequeña
ciudad; los usos y costumbres de las cantinas: desde las personas que nos atienden, la
mayoría de ellos homosexuales, hasta la forma peculiar de ganarte unas chelas más y todo
por la causa…

Don Puerco Chancho

2 comentarios:

  1. Me gusto el reportaje hablado y redactado casi para el maestro de la escuela.

    Habría que mejorar un poco más la naración y dejar de escribir como escribimos en el facebook.

    Un saludo chancho...venga esa pezuña!!

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  2. MUY BIEN MI PUERCO MEJOR NO SE PUEDE EXPLICAR Y CASI CASI EN CADA PALABRA LA PERSONA QUE A VISITADO CANTINAS LO ESTABA VIVIENDO RECORDANDO ESA ETAPA JAJAJAJA TU MUY BIEN HERMANO

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